09 diciembre 2009

TU CORAZÓN ES MI ALEGRÍA

Esta mañana me han despertado con una mala noticia. Aunque no tendría trabajo sin noticias como esta. Los periódicos muestran titulares como: “Tiembla Perú” o “Gran desgracia en Perú”. Las televisiones no cesan de mostrar imágenes de los efectos de la catástrofe. Parece ser que de madrugada, un terremoto de gran intensidad ha sacudido parte de Perú. La situación es muy trágica: cientos de muertos, miles de personas sin hogar e infinidad de desaparecidos.

Erik, una vez reunido el grupo, nos informó que no podíamos esperar ni un segundo más sin hacer nada. Bueno, aún no me he presentado. Soy Álex.
Formo parte de un grupo de voluntarios llamado “BOMBEROS EN ACCIÓN”, liderado por mi amigo Erik. Erik es un hombre alto, fuerte, valiente y hace unas deliciosas galletas. Él y mis compañeros son los que probablemente más mérito tengan. Ellos tienen que dejar a sus familias para voluntariamente acudir al rescate de personas en todo el mundo. Al menos, yo tengo una ventaja; soy soltero. Pero lo que más me gusta de Erik es su corazón.

No nos son desconocidas situaciones como esta, y la verdad es que no es muy agradable. Todos nos preparamos los suficiente para ponernos manos a la obra. Nos esperaba un largo y cansado viaje. Así pues, embarcamos rumbo a Perú. En el avión, se me caían los párpados más y más... hasta que quedé profundamente dormido.
Erik me despertó:

- ¡Álex! Vamos, estamos llegando.
Desde el avión pude divisar edificios derrumbados, carreteras agrietadas, escuelas y casas destrozadas.
Bajamos del avión y rápidamente nos montamos en un todoterreno que nos desplazó hasta la zona más afectada. Cuando al fin llegamos, vi a muchas personas desesperadas en la calle. Pero la que más me llamó la atención fue una madre con el rostro lleno de lágrimas y gritando:

-¡Mi hija!, ¡Mi hija! ¿Dónde está mi hija?
Sin pensárnoslo dos veces, nos pusimos manos a la obra. Erik dirigía todo el equipo. Yo trabajaba sin cesar buscando metro a metro a todas aquellas personas atrapadas.

Los tres últimos días habían sido realmente agotadores. Todos con la lengua fuera sin descansar.
Finalmente Erik confirmó que nuestro trabajo había llegado a su fin. Mis compañeros empezaron a recoger el material. Pero a mí, algo me decía que, entre ese amasijo de escombros aún había alguien que necesitaba mi ayuda. En aquel momento oí un débil gemido. Me aproximé al lugar de donde provenía y empecé a cavar. Me agaché con mucho cuidado y fui andando muy encogido por un pequeño túnel. Algo me impidió el paso.
Era un gran bloque de ladrillo. Seguí cavando con más intensidad pensando que cada segundo que pasaba era un segundo menos de vida para aquella persona. Con grandes esfuerzos conseguí salir al otro lado. Tan solo pude ver un pequeño rayo de luz. Mi corazón empezó a latir fuertemente; una pequeña mano negra asomaba entre los escombros.
Fui tan rápido como pude hacia ella. Con todas las pocas fuerzas que me quedaban, empujé y empujé y ... ¡CLOCK! El escombro se apartó.
Entre la humareda de polvo algo se movía. Era una bella niña. La llevé casi a punto de desmayarme hasta donde se hallaba Erik. A los pocos segundos llegaron los médicos para atenderla. Le limpiaron la cara y le dieron agua.

Ahora sí que nuestro trabajo había terminado. El avión ya nos esperaba.
Aún quedaba mucho trabajo. Reconstruir Perú no iba a ser nada fácil, aunque las ayudas internacionales no paraban de llegar.
Los motores arrancaron. Alguien se acercó a la ventanilla y entonces fue cuando vi esa carita que nunca olvidaré. Estaba junto a su madre, la cual intentaba decirme algo. El ruido de los motores lo impedía. No hacían falta palabras, sus ojos me lo decían todo: GRACIAS.

Desde las alturas pensé: ¡ Adiós Perú ! Esta será una aventura difícil de olvidar.
El viaje fue muy tranquilo.
Al llegar a España, Erik nos agradeció nuestro excelente trabajo. Y, claro, nos dio sus deliciosas galletas como cada vez que acabamos una misión.
Erik se despidió de todos menos de mí, ya que vivimos juntos.
Al llegar, Erik dijo:
- ¿Qué haría yo sin ti?
Después, satisfecho me tiré en mi camita....
¡ Y es que, los perros también tienen que descansar!
FIN -
Celia Torrejón Tobío 6º B
http://bomberosenaccionongd.blogspot.com

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